Casi todos los sangrados
activos se pueden detener mediante la aplicación de presión directa con una gasa
o un paño limpio sobre la herida durante cinco o diez minutos. El error más
común es interrumpir la presión demasiado pronto para mirar la herida. Una vez
que el sangrado se detenga: lave la herida suavemente con agua y jabón durante
cinco minutos. Si su hijo se resiste continuamente y no le permite hacerlo,
pruebe a sumergir la herida en la bañera. La limpieza de la herida disminuirá la
probabilidad de infección y evitará las manchas oscuras causadas por la suciedad
atrapada en la piel. Después de la limpieza: aplique una cantidad pequeña de
ungüento antibacteriano para mantener la herida húmeda y cúbrala con una gasa o
vendaje seco hasta que haya sanado.
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